La Gran Comisión es nuestro mandato.
Base Bíblica:
Lucas 4:18
El Dr. Jorge A. León (psicólogo cristiano y pastor) dice en
su libro Psicología pastoral para todos los cristianos: "La mayoría de
las enfermedades son funcionales, creadas por conflictos emocionales y
espirituales. Hay una minoría que dependen de una falla de la maquina,
que es el cuerpo."
Esto también es verdad en la vida espiritual. Muchas veces
un verdadero creyente, sincero, que desea crecer en santidad y agradar
al Señor, sin embargo experimenta conflictos y derrotas. Por más que
estudia la Palabra de Dios y ora, no puede tener victoria en ciertas
áreas de su vida, o le es difícil una relación armoniosa aun con los
hermanos en la fe.
Estas situaciones, en muchos casos se deben a heridas del
alma; y en otros a ataduras u opresiones espirituales. Vamos a ver
algunos aspectos importantes de las heridas del alma, y como recibir
sanidad divina si las tenemos; y en otra lección veremos el tema de las
opresiones espirituales.
A. Que Son Las Heridas Del Alma
Como hemos estudiado anteriormente durante nuestro nuevo
nacimiento el espíritu es renovado cuando el Espíritu Santo viene a
morar a nuestras vidas. Sin embargo el alma no es renovada de inmediato.
Por los psicólogos, sabemos que nuestra mente (o alma)
tiene tres niveles: lo conciente, lo subconsciente y lo inconciente.
Sólo entre 10 a 15% de nuestra actividad mental es conciente. El resto
es subconsciente o inconciente. El Dr. Jorge A. León, en el libro citado
antes, explica estos niveles así:
"La conciencia es aquello que se sabe con claridad, que
podemos reconocer libremente. La subconciencia es el dominio de las
emociones y complejos en oposición al reino consciente de la razón. En
el subconsciente suelen reinar pensamientos, sentimientos y deseos
egoístas, mientras que en lo consciente suelen predominar las tendencias
de carácter social. El inconsciente es el reino de los pensamientos
incontrolados, que no recordamos en absoluto, pero que están activos."
Los trastornos de la personalidad se deben generalmente a
traumas durante la niñez. También muchos de los conflictos del creyente
tienen su origen en esos traumas, tanto de la niñez como en tiempos
posteriores. "Nada se olvida; la mente es como una inmensa grabadora;
todo lo que hemos dicho, visto, oído y vivido lo tenemos dentro; esta
vivo y tiene poder. Por tanto se expresa y a veces nos traiciona."
Cuando nos convertimos, la influencia del Espíritu Santo y
de la Palabra de Dios modifican muchos de los valores y conceptos de
nuestro consciente también empieza a sujetar al subconsciente, lo que se
va acentuando en la medida que el creyente avanza en su entrega al
señorío de Cristo. También pueden sanar algunas de las dolencias del
inconsciente.
Pero otras heridas pueden permanecer abiertas; traumas guardados en lo profundo del inconsciente que afectan la vida consciente del creyente, y por lo tanto su vida espiritual y su crecimiento en santidad. Estas son las neurosis en el lenguaje psicológico, pero que Cristo también vino a sanar (Lucas 4:18)
Muchas veces la persona herida se vuelve susceptible e
inestable. No puede evitar tener una respuesta hostil casi automática
ante una situación que le recuerda su herida. El hombre que siente que
su mujer nunca lo ha admirado, más aún, que lo ha ignorado incluso en
sus momentos de triunfo, tiene reacciones interiores de furia y de ira
cada vez que ella “hecha flores” a los maridos de sus amigas, a sus
mismos hermanos, o hasta al personaje de alguna película. El
resentimiento pasa a ser el problema dominante de la relación
matrimonial.
Otras veces la persona herida niega su dolor, no revela el
sufrimiento que le provoca determinada conducta o situación y en este
estado de soledad, a la que ella misma se somete, comienza a amasar un
autoconcepto de víctima, que tarde o temprano la lleva a la depresión y
frustración. Es el caso de
una mujer cuyo marido le fue infiel hace varios años. Él cree que el
problema se ha superado pues ella nunca más quiso hablar del tema,
protegiéndolo con capas de negación y olvido. No obstante, ella lo
recuerda a diario, sin poder sanarse de ese golpe que le quitó confianza
en sí misma, ganas de soñar y hacer planes y gran parte de su alegría.
Una persona herida es, además, alguien que puede hacer
mucho daño al otro. Es el caso de una mujer cuyo marido en varias
oportunidades lo ha perdido todo; ella y sus hijos debieron emigrar de
ciudades cortando con importantes lazos afectivos y su sentido de
identidad. La mujer desengañada de sus antiguas ilusiones y metas
juveniles se ha encerrado en sí misma y sin abandonar materialmente al
marido lo ha relegado al plano de lo que no se puede evitar. Él ha
quedado herido por la peor de las lanzas: el sentido de culpa.
En la próxima clase vamos a considerar las causas y los
síntomas de estas dolencias. Durante esta semana, pide al Espíritu Santo
que revele si en tu propia
alma hay alguna herida no sanada, y que esta frenando tu crecimiento en
santidad.