Iglesia de Dios Fuente de Vida

La Gran Comisión es nuestro mandato.


El Resentimiento


Efesios 4: 17-32

Nunca se ha visto a un bebé resentido y amargado. Un niño no puede albergar rencor por mucho tiempo. Pero no es raro encontrar a un adulto, especialmente un adulto, que se ha convertido en un amargado y resentido. Se ha producido un deterioro en la persona de modo que el que una vez fue feliz, suave e indulgente ha convertido en una persona llena de resentimiento y amargura que se niega aceptar y mucho menos buscar la reconciliación.

Parece que el tenor de nuestro tiempo es que debemos seguir el ejemplo de la vaca, tratando de imitar a la placidez de esa bestia. Así, sólo en las ocasiones más raras puede uno mostrarse agitado o mostrar cualquier señal de vehemencia o enojo. El tipo deseable de personalidad que hemos adoptado considera como norma que no debe haber lugar para el enojo en la experiencia de un individuo. Pero Dios no nos ha hecho como las vacas. Puesto que Él nos ha dotado de una capacidad de amar, por necesidad la capacidad de amar incluye la capacidad de manifestar ira. Si no tuviésemos la posibilidad de mostrar ira no habría posibilidad de manifestar amor, porque la ira es la respuesta al amor herido. La ira es nuestra respuesta ante la maldad o injusticia; y si no existieran normas de justicia y de derecho, no podría haber ira. Pero debido a que la Biblia establece normas de derecho y justicia, habrá ira cuando contemplamos que la injusticias o que los derechos de alguien son violados.

Efesios 4:26 dice: Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo." La ira es la respuesta cuando el amor ha sido herido o ante la violación de un derecho. El apóstol Pablo quiso decir lo que dijo y fue traducido con precisión," Airaos." Una persona que es insensible ante la violación de un derecho, la justicia o el amor herido y que no puede responder con ira, es menos que un ser humano completo.

Se ha convertido en un asunto de gran preocupación para las autoridades, los sociólogos y psicólogos que las personas pueden presenciar un crimen en un lugar público y no levantar un dedo para ayudar al asaltado. La negativa a participar en cualquier aplicación de la ley y el mantenimiento del orden ha llevado a muchos a creer que los cimientos de nuestra sociedad se están desmoronando. El psicólogo o sociólogo secular reconoce que la apatía en tal situación nos habla de un nivel moral muy bajo de nuestra sociedad.  La conducta de los individuos está motivada por nada más que el instinto de conservación. La falta de una respuesta que corresponde a la ira, la cual debe mover a una persona a hacer algo, evidencia un deterioro dentro de esa persona. Un hombre que tiene alguna capacidad de amar, debe enojarse cuando amerita.

A pesar de que no estamos tratando con el problema de la ira, tratamos con un problema que surge de la capacidad de enojarnos: el problema de la amargura, el resentimiento y guardar rencor. El rencor o resentimiento o amargura es el fruto de la ira. Cuando el apóstol dijo: "Airaos, pero no pequéis” estaba diciendo que podemos enojarnos ya que Dios nos ha dado la capacidad instintiva para reaccionar a lo que está mal o es ofensivo, pero que la ira no tome control de nosotros ya que esta disposición de animo conduce al pecado. Enójate, pero en la manifestación tu enojo no dejes que la ira tome el control, te domine, te agarre,  te posea de tal manera que con la ira y el resentimiento resultante, la amargura y el rencor se conviertan en el principal factor de tu estado de ánimo y personalidad. Cuando la ira toma raíz y se establece en tu vida, esta se convierte en pecado. Por lo tanto, cuando una persona responde con ira ante una situación que le afecta personalmente, su respuesta se ha convertido en pecado; y cuando una persona da paso a este resentimiento personalizado y a la amargura, ha ido más allá del mandato de la Escritura, "Airaos", en su ira ha violado la segunda parte del mandamiento: "pero no pequéis."

Al tratar con los problemas de la amargura, el resentimiento y albergar rencores,  todos los cuales son resultado de la ira prolongada, la primera cosa que el apóstol sugiere es: "no se ponga el sol sobre vuestro enojo" (v 26). En este versículo se establecen límites definidos en cuanto al tiempo que podemos estar justamente enojados o la duración de nuestra respuesta ante una situación que debemos conducir sin movernos dentro del área del pecado. Él dijo: "No [en ningún caso] se ponga el sol sobre vuestro enojo." La ira, en primer lugar, debe tener una duración temporal. Debe ser de corta duración. No debe mantenerse cuando entra la noche porque cuando se pone el sol y la persona va a la cama con esa cólera, esta se instala y comienza a roer, irritar y carcomer como un cáncer con efectos devastadores sobre el individuo. El que duerme con su ira se despierta con ella en la mañana y se hace un hombre amargado y frustrado. El individuo es responsable de sus emociones, y Pablo dice que no debemos guardar esta emoción, debemos sacarla antes de ir a la cama por la noche para que no se asiente en nuestra vida. El apóstol reconoce que los rencores necesitan ser nutridos para conservarse y mantenerse. A menos que el rencor se riegue, se secará como la hierba bajo el sol de verano. Pablo dice que cualquier manifestación de ira debe ser efímera, no debe mantenerse viva ni prolongarse, ya que no es la primera manifestación de ira la que controla nuestra disposición. Es la prolongación de esa ira la que altera la disposición, la transformación de un individuo considerado amable, suave y bondadoso en un hombre amargado. Por lo tanto, el apóstol da su primera consideración práctica: Deja de alimentar tus rencores, que es otra manera de decir, "no se ponga el sol sobre vuestro enojo." Este principio es válido en un número de diferentes áreas de la vida. Mantengamos la disposición de cada día hacer borrón y cuenta nueva.

Otro principio es enunciado por el Señor en Mateo 5: 23-24: Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.”  Se trata de un devoto que estaba en camino al templo para ofrecer los sacrificios prescritos por la ley. El hombre reconoció su obligación con Dios. Esta obligación se cumpliría en presentar ofrenda y ofrecer sacrificios a Dios. Cristo dice que si traes tu ofrenda al altar y, a medida que te acercas al altar, de repente, el Espíritu de Dios trae a tu memoria de que tu hermano tiene algo contra ti, porque algo que le hiciste, "deja allí tu ofrenda delante del altar." Al traer tu ofrenda al altar en esta condición Dios la considera una ofrenda inaceptable. La ley consideraba las ofrendas por encima de los diezmos, dones y sacrificios como actos de adoración, alabanza, acción de gracias, y hasta dedicación. Pero Dios considero que la ofrenda de este hombre era inaceptable porque había hecho algo que había causado a su hermano guardar rencor contra él. Observe que no es el que presenta la ofrenda quien está sosteniendo el rencor y está amargado. Es lo que éste ha hecho a otro que ha causado que el hermano este resentido.

Nuestro Señor es muy específico en cuanto a lo que este adorador debía hacer: Debía dejar su ofrenda y buscar a su hermano. "Reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda." Note que Dios no expresó desinterés en la ofrenda. Él Señor deseaba que la ofrenda se ofreciera en forma correcta, con un corazón que estuviese a cuentas con Dios porque ya no había ninguna barrera entre hermano y hermano. Tal vez pensemos que Cristo decía que si usted tiene rencor contra alguien que usted debe ir a él. Sin embargo, dijo que si ha hecho algo que ha causado que un hermano guarde rencor contra usted, usted tiene la responsabilidad de iniciar la acción que resulta en la reconciliación. Hasta que haya reconciliación entre hermanos, no puede haber sacrificio aceptable ofrecido a Dios. La reconciliación entre Dios y el pecador, por así decirlo, se rompe debido a la falta de reconciliación entre hermanos.

Esto nos da otro principio sobre cómo lidiar con el problema de la amargura. Aunque no abrigas amargura en contra de otro, pero se trata de tu conciencia de que has ofendido a otro; de modo que si tu hermano mantiene rencor o alberga un espíritu amargo hacia ti, tu responsabilidad, a la luz de la enseñanza de la Palabra de Dios, es la de iniciar el acto de reconciliación. Vas a reconciliarse con tu hermano porque no hay servicio, no hay sacrificio, no hay ofrenda que sea aceptable a Dios, mientras tu seas el responsable de esa amargura o rencor.

El hermano que sostiene el rencor, obviamente, ha dejado pasar considerable tiempo sosteniendo estos sentimientos. Se necesitan dos para efectuar una reconciliación. Uno solo no puede hacerlo. Con el fin de experimentar el perdón, tienen que haber dos: el que perdona y el que pide perdón. Si un hermano ha ofendido a otro y ha generado amargura, discordia o conflicto en el corazón de su hermano, esos sentimientos no se pueden disolver hasta que el agresor pide perdón. Entonces el perdón puede ser extendido y el rencor sacado del corazón. Aunque el apóstol Pablo dice al individuo afligido, "No se ponga el sol sobre vuestro enojo", el Señor dice a la persona que ha causado dolor, "Ve con tu hermano y has la paz con él para que su rencor y amargura no continúen más allá de la noche”.

Un tercer principio afecta al individuo mismo. El escritor de Hebreos dice: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14) La palabra "seguir" significa seguir con diligencia o perseguir." ¿Cómo se sigue la paz con todos los hombres? "Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados"(Hebreos 12:15). El apóstol está reiterando lo que dijo en Efesios 4:3, Que nosotros, como creyentes tenemos la responsabilidad de mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. ¿Qué va a perturbar la unidad del cuerpo? La amargura (Hebreos 12:15). Un hermano tiene una actitud amarga hacia otro hermano. Esa amargura afectará no solo al que sostiene el rencor y a aquel contra el cual se sostiene el rencor, pero va a afectar a toda la congregación hasta el punto que esta es divida por la amargura y resentimiento. Así como una plaga se puede extender, una semilla de amargura que se nutre y mantiene viva contamina y corrompe a muchos. El primer afectado es aquel en quien la raíz de amargura brota. Después de que se le ha enraizado,  entonces afectará a muchos.

Un cristiano no puede guardar rencor y mantenerlo para sí mismo. Es completamente imposible; sentirá la necesidad de decirle a alguien más el mal que le han hecho. Explicara por qué esta amargado; y difundirá se resentimiento a un círculo cada vez más amplio. Se da un ejemplo en el Antiguo Testamento: Esaú, quien despreció su primogenitura. Todo lo que Esaú esperaba heredar de su padre era lo que Dios le había prometido. No creía que Dios sería fiel a su promesa, y considero la palabra de Dios como de ningún valor. Cuando Jacob negocio con él acerca de su derecho a la progenitura, la actitud de Esaú fue de que la primogenitura no tenía ningún valor. Pero después que se la cedió a su hermano, ¿qué pasó? El resentimiento comenzó a crecer en Esaú, y ha manifestar animadversión y hostilidad contra Jacob, hasta que la casa se dividió. El padre estaba con Esaú, y la madre del lado de Jacob. ¿Que estaba pasando? Muchos fueron contaminados. La raíz siguió creciendo cuando un tiempo después Jacob obtuvo la bendición de su padre, además de la primogenitura. A continuación, la raíz de amargura que había sido albergada durante este período prolongado de tiempo entró en erupción. Y encontramos a Jacob huyendo al desierto para poner el mayor espacio posible entre si y su hermano. Esaú iba a matarlo, y Jacob lo sabía; lo único que podía hacer era huir. Estos dos hermanos fueron llevados a ese conflicto por una raíz de amargura que surgió, se nutrió, y finalmente estallo en disensión.

En 2 Samuel 15 encontramos el registro de la rebelión de Absalón contra su padre. Este joven sorprendente lideró una revuelta abierta contra el rey David, y casi todo Israel salió a favor de Absalón y abandonó a David. ¿Cómo pudo esto suceder? En los capítulos anteriores Absalón había vengado el mal hecho a su hermana Tamar, matando a Amnón, hijo primogénito de David. David estaba enojado con Absalón por haber tomado la ley en sus manos y haber hecho lo que el rey debería haber hecho. La ira de  David era justificable; cualquier otra respuesta habría negado el amor que él sentía por Amnón. Absalón huyó y salió de la tierra de su padre. La ira de David hervía y continuó durante días y meses y se extendió por años, y finalmente Joás, mediante sutilezas, convenció a David que se había equivocado con su falta de perdón y no querer restaurar Absalón a la ciudad. Así que David le dio permiso para traer a Absalón, y parecía como si estuviera efectuando una reconciliación. Pero entonces David se apresuró a añadir: "Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y volvió Absalón a su casa, y no vio el rostro del rey.” (2 Samuel 14:24). La amenaza velada fue que si David lo veía, lo mataría. No hubo perdón; la raíz de amargura fue creciendo y creciendo. Fue infestando no sólo a David, pero también su hogar y todo el reino.

Y cuando el pueblo vio el espíritu implacable de David, incluso después del paso de los años, no querían ya tener nada que ver con el rey que se había convertido en un anciano amargado. Querían a Absalón. Cuando Absalón se presenta como un juez, estaban listos para hacerlo rey, porque el resentimiento y rencor alimentado por David le habían apartado de aquel dulce cantor de Israel y convertido en un hombre amargado de quien se aparto el pueblo. David es un ejemplo de lo que el escritor de los Hebreos dice sobre la raíz de amargura que pueden surgir y causarnos problemas, pero no se detiene allí. Muchos más serán afectados. David,  quien en un tiempo fue un rey honorable, estimado y piadoso tuvo que abandonar la ciudad de Jerusalén, Su palacio, su familia, su trono, todo, para huir al desierto. ¿Por qué? Debido a que la raíz de amargura, había surgido. Es por eso que dijo el apóstol en Hebreos 12:15 que el individuo debe examinarse diligentemente para ver si hay amargura, si alberga rencor, o resentimiento, y si estos se han convertido en parte permanente de su carácter. (Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.)

¿Qué quiere decir el autor cuando dice "no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios."? ¿De qué manera la gracia de Dios se manifiesta?  Cuando un hombre abriga rencor contra alguien, no puede extender hacia otros la gracia que Dios ya le ha extendido a él. Así que el apóstol dice que si ha recibido la gracia de Dios, porque Dios estaba enojado con el pecador, usted ha recibido la gracia del perdón; por lo tanto, usted debe buscar diligentemente manifestar esta misma gracia de perdón no dejando que ninguna raíz de amargura brote y le estorbe, y no dejando que muchos de esta manera sean contaminados."

En Efesios 4:30-32 Pablo ordena "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios." Luego el apóstol, habla de algunos pecados específicos que entristecen al Espíritu de Dios: "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia."(v. 31). Cómo se puede reconciliar el versículo 31  con el "Airaos, y no pequéis" del versículo 26? Es muy simple. El versículo 26 es la respuesta correcta ante el daño que se nos ha hecho, pero el versiculo 31 es la disposición repetida del que tenía el derecho de estar enojado, pero no siguió los principios bíblicos y no termino su ira antes que el sol se pusiese, mas se negó a reconciliarse con su hermano, y dejo que la ira se enraizara sobre él para dar lugar a la manifestación de amargura, enojo, estallidos continuos de ira y a hablar en voz alta contra el que ostenta el rencor. El versículo 31 describe un hombre amargado. Si la raíz de amargura, se planta y se nutre, eso es en lo que se convertirá hasta que el Espíritu de Dios remueva esa raíz.

El resentimiento o amargura se expresa generalmente a través de la lengua. Este era un motivo de preocupación para los apóstoles que escribieron el Nuevo Testamento. Si hoy tuviéramos que hacer un catálogo de pecados, éstos de Efesios 4:31 se podrían poner en la parte inferior de la lista, como si fueran intrascendentes. Pero Pablo hace hincapié en aquellos a los que damos tan poca atención. El mayor peligro para una iglesia fundada en la Palabra de Dios no es la deserción de la doctrina, o la negación de la autoridad de la Escritura, ni la negación de la veracidad de la Palabra de Dios. El mayor peligro que enfrentan las congregaciones es el mal uso de la lengua. Dejamos que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Este se convierte en rencor y luego se convierte en resentimiento y el resentimiento se convierte en nuestro patrón de conducta. Esto, más que cualquier otra cosa, puede contaminar y destruir la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

Que el perdón que hemos recibido de Cristo, y la gracia que Dios nos manifestó, sean manifiestos a través de nosotros: así que vamos a ponernos a cuentas con Dios, no permitiendo que el sol se ponga sobre nuestro enojo, reconciliándonos con nuestros hermanos, y manteniéndonos vigilantes sobre nuestro testimonio para que nuestra comunión dentro de la congregación y con el Padre no sean destruidas.

 


 

.

.