La Gran Comisión es nuestro mandato.
La depresión es un padecimiento que se ha propagado grandemente
afectando a millones de personas, tanto a cristianos como a no
cristianos. Quienes sufren de depresión pueden experimentar intensos
sentimientos de tristeza, ira, desesperanza, fatiga y una variedad de
otros síntomas. Pueden empezar a sentirse inútiles y aún pensar en el
suicidio, perdiendo interés en cosas y personas con las que antes
disfrutaban. Con frecuencia la depresión es disparada por las
circunstancias de la vida, tales como la pérdida del trabajo, la muerte
de un ser querido, el divorcio o problemas psicológicos como el abuso o
la baja autoestima.
Todos
nos sentimos tristes de vez en cuando, pero la depresión clínica es un
trastorno debilitante y continuo que interfiere con las actividades
cotidianas de la persona. Aunque no todos los expertos concuerdan en lo
que es una tristeza normal y lo que es un trastorno, la verdad es que
algunas personas experimentan emociones extremadamente negativas,
acompañadas a veces de sentimientos de inutilidad y de culpa desmedida
La depresión clínica es una condición física que debe ser
diagnosticada por un médico especialista. No es causada por
circunstancias desafortunadas de la vida, ni los síntomas pueden ser
aliviados por voluntad propia. La depresión
no siempre es causada por
el pecado. En ocasiones la depresión puede ser un desorden que necesita
ser tratado con medicamentos y/o consejería. Desde luego, Dios es capaz
de curar cualquier enfermedad o desorden; sin embargo, en algunos casos,
el consultar a un doctor por una depresión, no es diferente al acudir a
un médico por una herida.
Algunos siervos de Dios tuvieron emociones negativas.
Por ejemplo, Ana se sintió “amargada de alma”, expresión que también se ha traducido por “muy angustiada” (1 Samuel
1:10). Y en cierta ocasión, el profeta Elías se angustió tanto que
le pidió a Dios que le quitara la vida (1 Reyes
19:4).
Los cristianos del siglo primero recibieron la
exhortación de “hablar confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses
5:14). La expresión “almas abatidas” puede referirse a “aquellos que pasan por períodos de agobio
debido a los problemas de la vida”. Está claro que hasta algunos siervos
fieles de Dios llegaron a sentirse deprimidos.
Para aliviar su ansiedad hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de
depresión. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aún cuando no sientan deseos de hacerlo. Las emociones
pueden confundirnos, pero la Palabra de Dios permanece firme e
inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y
acercarnos aún más a Él cuando pasamos por tribulaciones y tentaciones.
La Biblia nos dice que Dios nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas
tentaciones que estén más allá de nuestra capacidad para manejarlas (1
Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado, el
cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción,
incluyendo el obtener la ayuda profesional que necesite. “Así que,
ofrezcamos siempre a Dios por medio de Él, sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos
13:15).
La Biblia también
destaca el valor de la oración.
Salmo 55:22 dice: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará;
No dejará para siempre caído al justo”. La oración no es una
simple muleta psicológica. Jehová “está cerca de los que están
quebrantados de corazón”, y cuando una persona le ora, realmente se está
comunicando con él (Salmo 34:18).
Algo
que también puede ayudarle es abrir su corazón a un buen amigo (Proverbios
17:17).
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de espíritu.” (Salmo
34:18)
La Biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses
4:4; Romanos 15:11), Dios desea que vivamos nuestras
vidas con gozo. Esto no es fácil para alguien
que atraviesa por una situación depresiva, pero ésta puede mejorar a
través de la oración, estudios bíblicos y su
aplicación, grupos de soporte, grupos en casas, compañerismo con otros
creyentes, confesión de pecados, perdón y consejería. Debemos hacer un esfuerzo
consciente para no estar absortos en nosotros mismos, sino más bien
dirigir nuestros esfuerzos al exterior. Los sentimientos de depresión
con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención
de sí mismo y la pone en Cristo y los demás.
Hay que reconocer que no siempre podemos controlar
nuestras circunstancias y que nos van a pasar cosas malas (Eclesiastés
9:11-12). Pero sí podemos tomar medidas para que los pensamientos
negativos no nos controlen.
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